En un principio le pedí a Cristel Lara hablar en un Facebook live para FEUTRI con motivo del día del padre, pero declinó, no es muy fan de las redes sociales. Don Vladimir, su papá, es de los triatletas con más experiencia en el país, hoy tiene 63 años y recientemente abuelo por primera vez.
Sin embargo, Cristel aceptó una entrevista vía Zoom, la saludé y apenas le dije: “hablemos de tu papá”, sonrió y le salieron mil y una historias.
Cristel es profesora de francés en el Liceo Franco Costarricense y ha heredado la pasión por el deporte, en mucho, por su padre. Don Vladimir es director de la Escuela de Informática de la Universidad de Costa Rica.
“Papá inició como nadador desde niño, eso lo mantuvo muchos años, también practicó artes marciales”. Pero, fue por amor cuando sumó un deporte más, cuenta Kiki, como le dicen de cariño. “Él empezó a correr cuando conoció a mi mamá. Así fue como, luego, se inició en el triatlón con don Yamil Brenes. Su primer triatlón fue por ahí de 1989, en Tárcoles con una bici prestada”.
De ojos negros y de piel bronceada, como su padre, Cristel no pierde detalle ni emoción chispeante en describirlo.
“Mi papá es un gran aventurero, desde los 15 días de nacida, ya yo estaba en las pocitas que se hacen en la playa de Malpaís al bajar la marea. Todos los fines de semana salíamos de la ciudad a buscar aventuras, fuera a una playa o a la montaña. En lugar de buscar una piscina, papá prefiere el mar o un lago; igual con la bicicleta, usa la de montaña y sabe como pocos, ir por atajos a lo largo de toda la costa pacífica, es un explorador innato.
Papá tiene mucha energía. Además de tener un gran sentido del humor, es muy positivo, siempre nos ha impulsado en ir pa’lante. Es un pedagogo natural, toda la vida siempre nos ha enseñado con mucho detalle y paciencia.
Cada deporte que practicamos nos lo ha transmitido con un gran sentido de responsabilidad, desde cómo arreglar una bicicleta, hasta cómo acampar en la montaña”.
Don Vladimir puede aparentar bastante menos edad, gracias a su excelente condición física y a un estilo de vida sano. Pero, no es algo que lo desvele. “Nunca lo he visto hablando nada sobre la apariencia física de alguno de nosotros, ni la de él. Menos hablar de porcentajes de grasa. Él come lo que le gusta, no tiene restricciones”. Citó Cristel.
El paso por el deporte ha sido con transiciones muy integrales, en familia y lejos de alguna presión. “Su enfoque es algo que yo valoro demasiado, ya que después de décadas de estar en el deporte, lo seguimos disfrutando como desde niños. La competencia nunca ha sido fundamental. El deporte nos lo enseñó como un complemento que nos da felicidad e intrínsecamente disciplina”.
Cristel y Adrián (su hermano) han realizado todas las distancias del triatlón junto a su padre Vladimir: sprint, olímpico, medio IronMan y Full IronMan. Además, para las maratones se ha sumado su madre Marie Christine.
“A papá le da igual la posición, se pone en segundo plano por ayudarme, él es un gran atleta que además tiene valores muy arraigados para con el deporte. Si tiene que parar y asistir a alguien lo hará, mucha gente siempre me ha agradecido por lo amable y generoso que es papá, imagínese lo orgullosa que me puedo sentir de él.”
La familia Lara Petitdemange tiene el deporte en sus genes: ballet, gimnasia, tenis, artes marciales, natación, todo lo han practicado.
“Papá siempre ha estado ahí, es un padre muy presente, súper cariñoso, que nunca nos ha presionado para hacer algo. Pero sí, siempre para alentarnos y motivarnos. Él nos ha empoderado para dejar atrás temores, su estilo de vida nos enseña con el ejemplo.”
La filosofía que ha transmitido don Vladimir a sus hijos, en relación con el deporte, es sencilla.
“El deporte es para ser más felices. Papá nos ha transmitido que el deporte nos acompañe siempre, que es para disfrutarlo, nos ha impulsado a ser independientes. El deporte tiene que ser lúdico, por cosas bonitas o paseos. En síntesis, nosotros lo asociamos a cosas muy positivas”.
La noche cae, a Cristel la ilumina una luz tenue, pero, la emoción al hablar de su padre hace brillar sus ojos. Cada expresión es acompañada con la elocuencia de los movimientos de sus manos, que al igual que sus palabras, dibujan cada experiencia atesorada con don Vladimir.
“Mi primer Medio IronMan en Miami, papá ya estaba por terminar y me había sacado 10 km en el atletismo. Yo apenas llegaba a la T2, entonces me vio, se devolvió y comenzó a correr conmigo. Ese día, él corrió 10 km de más. Para mi, la entrada a meta de la mano con él, fue de muchas lindas emociones. Ese día, mi papá me reforzó mil valores hermosos que no tienen que ver con competir”.
Luego, en la distancia más larga del triatlón: el Full IronMan, lo han hecho juntos en Cozumel y en México se sumó su hermano Adrián.
“El primer Full que hicimos entramos a la meta juntos los tres, en la corrida nos encontramos todos que por cierto no estaba planeado, pero se dio de forma natural.
Yo soy la que nada mejor y salí adelante pero mi papá y mi hermano son mejores ciclistas y corriendo ellos me esperaron. Es muy emocionante, es un logro deportivo, pero es algo que construimos juntos, todas las semanas que entrenamos juntos las tres disciplinas, es un premio a la unión familiar”.
La electricidad se ha ido, Kiki enciende una vela y la entrevista termina con una última reflexión. “En un mundial de natación master vi a señoras de Japón de casi 99 años participando, supe que mi papá será así, el deporte lo acompañará hasta el último día de su vida y yo me veo como él, practicándolo siempre feliz y con paciencia ”.