Londres.- Quiero contarles como viví esta experiencia olímpica que es la primera y lucharé porque no sea la última.
Antes de la competencia estaba muy tranquilo, como nunca, mis tiempos en piscina y carrera me daban las mejores sensaciones, el público fue maravilloso cuando me llamaron con el número uno, fue una ovación lindísima que me dieron más energías.
Con mi entrenador Roberto Solano, decidí escoger el puesto 16 del “pantoon”, yo quería ir a la derecha para tener referencia de los mejores (rusos, británicos y Javier Gómez). Un par de entrenamientos me dieron mucha confianza y sabía que podía nadar muy bien.
Le dí muy duro los primeros 200 metros, ahí fue como meterse chingo en un “lavacar”, a puro golpe salí de esa licuadora y me vi en los primeros 800 metros a 15 de los líderes, me puse atrás de Hunter Kemper por su experiencia y gran capacidad. Los últimos 200 metros más bien aflojé para salir fuerte en la bicicleta.
En la primera transición me quité el traje de neopreno cómodamente pues llevaba buena ventaja con el otro grupo; como anécdota se me había roto el mío días antes y la Federación Inglesa y la marca del traje me lo regalaron, un detalle loable acerca de la hermandad en el deporte.
Al tomar mi “bici” levanté la cabeza y vi “dos motos”, Simon Whitifield (Canadá) y Hunter Kemper (USA), escogí irme con Simon, llevábamos a 10 metros al grupo perseguidor pero a los 300 metros Simon cometió el error de intentar ponerse los zapatos antes de conectar al grupo y ahí me tiró al suelo. Simplemente me tiró hacia la derecha con su rueda trasera y salí volando como si hubiese montado al “Malacrianza”.
En ese momento el tiempo se detuvo, me golpeé muy fuerte la cabeza, el casco se quebró, vi negro y luego empezó todo en cámara lenta, muy lenta. Me levanté mareado y con una pierna temblando, busqué mi bicicleta que había quedado metros atrás. Veo a Simon sentado y yo trato de poner la cadena pero no puedo, no coordino. La manivela del lado derecho esta guindando con la cinta de corcho, se quebró justo después de los “aerobars”, los aros se torcieron del golpazo y la “bici” queda frenada, abrí los frenos para que ruede.
Simon se levanta y se sale por las vallas, se retira, la gente que apoyaba a todos está en total silencio a nuestro lado, veo la cara de angustia de unos cuantos, sin pensarlo brinco de nuevo sobre la “bici”, el bullicio y la velocidad de la competencia inician de nuevo, “¡volví!, puedo pedalear”, dije.
Los cambios me brincaban y tuve que poner mi mano como gaza para evitar que se terminara de caer la manivela, mi técnica de pedaleo se descomponía conforme los golpes se empezaban a inflamar, en ese momento busqué toda la concentración posible.
Las primeras tres y cuatro vueltas trabajé mucho, di relevos y en eso llegó otro grupo con Colucci y Murray, entre otros buenos triatletas. Se le dio muy duro, en las curvas me salía del grupo para evitar botar a alguien o caerme pues la bicicleta iba “poseída”, sin frenos.
Faltando dos vueltas sentí debilidad física, quizás se me bajó la adrenalina de la caída, pero me hidraté y comí el gel, así que tome un segundo aire.
Nos bajamos a correr, un poco incrédulos por el estado en el que dejé mi “bici”. La primera vuelta corrí a buen paso pero el dolor conforme avanzaba, aumentaba. Sentía impotencia porque sabía que podía correr rápido, pero los golpes no me permitían ir fluido, me motive a mi mismo: “resiste al máximo para poder terminar, el dolor es temporal”, me dije.
Cada paso me dolía mucho la cadera, sentía punzones de electricidad pero los repelía viendo la sangre que llevaba en las manos que son parte de mi bandera, eso me daba coraje.
Por instinto en la recta a la meta traté de correr más rápido pero ya la lesión era inahabilitante, apenas pasé la raya no pude sostenerme pues la pierna no funcionaba. Un juez me quiso levantar y yo le dije que no podía, que me ayudara, el juez pidió una silla de ruedas y me llevaron a la policlínica; tenía sangre en la cabeza y de ahí para abajo raspones y un hematoma gigante en la pierna.
Como atleta me siento frustrado porque en la competencia estuve donde soñé estar: arriba con los mejores, sin embargo, el destino me jugó una mala broma. Les digo que quisiera que hoy se repitiera la carrera, pero bueno, ahora debo mirar hacia adelante.